Expirado
Reflexiones Cátedras

La creación de una nueva dirigencia y una nueva cultura política

 El teólogo y politólogo jesuita Jean-Yves Calvez señaló que la idea de “que se vayan todos” es difícil de llevar a la práctica, pero dio ejemplos con resultados positivos a largo plazo. El presidente del Foro Ecuménico Social (foto) en su presentación en la Cátedra Responsabilidad Social y Ciudadana, en el 2003, afirmó lo siguiente:

Salvo algunos pocos ejemplos, como lo del sindicato conocido como Solidaridad en Polonia, la gran mayoría de los funcionarios políticos de los nuevos regímenes de Europa Oriental proviene del régimen anterior. Si vemos por ejemplo lo que sucedió en Rusia, comprobamos que pasa mucho tiempo antes de que aparezca una nueva generación formada de otra manera. Allí no había otro camino de formación o de preparación para tareas políticas. Ya han pasado unos años y seguramente van a aparecer. Pero las instituciones políticas y sociales permanecen durante mucho tiempo. En Rusia no han muerto las instituciones de formación de la KGB, aunque han cambiado por cierto. Hay una universidad de la KGB que es muy buena. Y esa sigue siendo la formación recibida por los principales dirigentes, entre ellos Putin, porque él claramente viene de ahí. En los diarios hemos leído que los norteamericanos en Irak estaban buscando aprovecharse de los oficiales de las instituciones de información secreta del régimen de Saddam Hussein para poder tener alguna información sobre los sectores que actúan en contra de sus soldados. Si no ¿a quienes podían recurrir?

Hubo ejemplos obvios de formación de toda una dirigencia verdaderamente nueva en otros casos, pero no en momentos de cambios rápidos, aunque sí lo vemos en tiempos pacíficos a lo largo de bastantes años. Pienso en la Francia católica de los años ‘30 en comparación con la Francia anterior, en ningún modo católica, de la Tercera República. Pienso en Italia del mismo tiempo más o menos, y noto que lo que ha sido eficaz en estos dos países no es tanto instituciones de formación explícitamente política, especializadas, sino amplios movimientos de formación global de los jóvenes, con elementos políticos y sociales, pero también con elementos culturales y morales, y además religiosos. Constituyeron este movimiento en los años treinta como viveros en los que se destacaron después auténticos dirigentes políticos, en gran número, que ocuparon muchos cargos importantes y también muchos no tan importantes.

Hubo tanto en Francia como en Italia una nueva dirigencia, que apareció después de la Segunda Guerra Mundial de un golpe en cierto sentido. Pero eso fue preparado 20 años antes de modo bastante indirecto.

Es interesante reflexionar sobre tales ejemplos. En Francia lo vemos en la asociaciones católicas de la juventud, del sector agrario y de estudiantes. De allí han salido políticos y grandes líderes sindicalistas. Podría dar nombres que no son tan conocidos. Fue toda una generación. En Italia la FUCI, la Federación Universitaria Católica Italiana, que tuvo asesores como Monseñor Montini, luego Pablo VI, preparó a muchos de los que se destacaron en los primeros diseños de posguerra en la Democracia Cristiana, y que efectivamente reconstruyeron a Italia, como Fanfani y otros que no fueron muy conocidos.

En estos dos casos se juntaban muchachos universitarios y obreros. En Italia fueron notables las asociaciones católicas del trabajo, que existen todavía, que han tenido un papel excepcional en los años después de la guerra. Todos esos jóvenes, enviados por sus párrocos, por los capellanes, por sus familiares, provenían de padres ya formados ellos mismos, y esto se encontraba también en las clases superiores de las escuelas católicas y en las capellanías de otras escuelas. Es ahí donde yo en Francia he empezado a recibir una formación global tendiente al interés por los problemas políticos y sociales. Se trataban esos temas, se trabajaba con círculos, seminarios, de una forma u otra, campamentos de verano en cantidad, siempre con discusión, con textos, apuntes producidos por algunos sacerdotes y laicos, profesores de diversas materias, religiosas, culturales, morales, sociales y políticas. Algunos de los que han contribuido eran muy famosos también. Han producido textos que han circulado en centenares de millares de ejemplares. Se estudiaban las ideologías corrientes en sus fundamentos, el marxismo en Carlos Marx por ejemplo, y en la historia de los problemas se daba atención al material de la Doctrina Social Católica, y las encíclicas de los pontífices, con comentarios. Se buscaba llegar a conclusiones prácticas y los jóvenes encontraban la ocasión de empezar a hacer algo en un barrio, en un pueblo, en una clase de la universidad, o enseñando a chicos más jóvenes en los colegios.

Tenían claramente la idea de pasar a la acción pero sin lanzarse prematuramente. Un obrero o campesino empezaba a militar en la juventud, sobre todo con acciones de formación de los compañeros. Se trataba de una gigantesca difusión con la primacía de la educación. Se privilegiaba lo que se podía realizar tomando como base una comunidad religiosa bastante importante como la católica. Hubo experiencias semejantes entre nuestros hermanos protestantes en Francia, pero -como representaban grupos más reducidos- no se veían tanto.

Pensando en el bien de todo un país creo que no hay muchas organizaciones que puedan hacer tanto para este tipo de formación como las comunidades religiosas, por la unidad de visión que ofrecen. No es tan fácil tener una visión del mundo tan completa, por ejemplo, sobre la base del socialismo. La hubo en los tiempos del marxismo, porque era una doctrina completa, comportando una filosofía al mismo tiempo, con un análisis económico-social que abarcaba toda la vida también. Pero era difícil lograrla con solo algunas convicciones políticas inmediatas que no abarcan la totalidad de la vida, como muchas veces vimos en los partidos socialistas. No quiero decir que los esfuerzos que hacen los partidos en la formación son inútiles, pero se da una situación privilegiada en una comunidad religiosa. Los católicos podemos producir algo bastante completo de este tipo. No debería ser tan difícil hoy intentar hacer lo mismo y -sobre la base de distintas confesiones religiosas- trabajar juntos, aprovechando lo fundamental de las posiciones, en modo comparativo y teniendo en cuenta sus contingencias en problemas socio-políticos. 

Creo que en ese sentido aun no se ha hecho mucho en casi ningún país de este tipo, pero puede tener muchas ventajas hacerlo, para formar generaciones nuevas unidas alrededor de lo esencial. Absolutamente esencial en la formación es llegar a una visión completa del hombre, a una antropología, articulando bien inteligencia, libertad, y sensibilidad. Hay que tener también una visión articulada de los derechos del hombre, de lo político, de lo económico, situar bien estas distintas realidades y saber los por qué de nuevo, en lo familiar, en las relaciones entre las comunidades religiosas y los Estados, la Iglesia y el Estado. Hay que hacerse capaz de argumentar por sí mismo, no recibir cosas hechas. Y esto a través de una filosofía personalista, fenomenológica, como a través de la sistemática implícita contenida en los documentos de la Doctrina Social Católica, o documentos semejantes de las demás iglesias.

Es también necesario informar sobre los hechos, la estadística misma de la vida económica, social, política, sobre las ideologías, los partidos y su actuación. Pero nunca que tal información sea instrumento de interpretación sin una visión de conjunto particular.

Es muy impotente proponer el conocimiento en distintos países, incluso a través de viajes. Los viajes sirven para aprender, para conocer. Los grupos de jóvenes que van a visitar a grupos de jóvenes, y a intercambiar sus experiencias, aprenden la diversidad que de nuevo hace pensar. Es increíble, volviendo un poco a la historia de nuevo, lo que contribuyeron en Francia los jóvenes -no tan numerosos- que viajaban a la Alemania nazi en los años ’36; ellos determinaron la conciencia del peligro nacional socialista en Francia. Eran jóvenes que conocían el idioma, iban a ver, a hablar con jóvenes alemanes, nazis en particular, y se dieron cuenta de muchas cosas. Han tenido un papel verdaderamente importante. Increíble lo que contribuyeron los jóvenes franceses y alemanes, soy uno de ellos, que tomaron parte en encuentros de juventud mas allá de la frontera, en los años inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, analizando lo que se había vivido de un lado y del otro, reflexionando juntos sobre un nuevo porvenir. No fue obra solo de algunos de los grandes líderes, sino de la multiplicación de tales contactos.

En cuanto a los medios yo diría que hay toda una cultura literaria, una cultura de novelas y ensayos, de discusión de ellos, círculos a propósito de ellos, que es un instrumento esencial de entrada en los problemas antropológicos y político-sociales también. Lo mismo el cine y el teatro, la cantidad de películas sobre problemas políticos, que hacen pensar mucho. En la Argentina vi hace unos años una película que se llamaba “La deuda interna”. Los jóvenes que ven un film de ese tipo se quedan pensando mucho sobre la realidad del país. En otro campo, la gran película de Alemania Oriental, sobre Rosa de Luxemburgo, la gran revolucionaria. Toda esa historia bien presentada da mucho para pensar. Hay que saber aprovechar a fondo todos esos instrumentos. Para la formación de la cultura política es importante todo eso, y hay que añadir la práctica. Uno aprende haciendo, viviendo, reflexionando sobre lo oído, interesándose por ejemplo por los problemas de la ciudad, del barrio, de su prójimo inmediato, y -una vez entendidos algunos problemas- buscando el camino, los lugares de discusión y de acción en los que se puede hacer algo para resolver alguno de esos problemas.

Todos somos responsables de todos, decía Juan Pablo II en una de sus encíclicas. No deben pretender resolver por sí mismos los problemas que no están a su alcance. Hay que estudiarlos, hay que tener ideas, saber bien lo que uno puede realmente hacer en un momento determinado, y lanzarse a dar un primer paso en todo caso. Da satisfacción sentirse ciudadano y actuar en algo por lo menos como ciudadano, perseguir la satisfacción de ser reconocido como tal en su entorno, no alguien aislado, separado, sino precisamente conciudadano reconocido como tal. En el momento presente hay que darse cuenta no en modo general, sino por la experiencia de encuentros muy personales, de las situaciones de precariedad y pobreza de las que tanto se habla, tan frecuentes en el mundo, y en este país en particular, como de las situaciones de poblaciones de inmigrantes, que son siempre las más marginadas de una ciudad. El conocimiento de los hospitales, de las cárceles, siempre dice mucho. Cultura es todo esto, no solamente textos y libros. Cultura es un transformarse en sí mismos por la relación, el contacto, el encuentro.

La cultura política como tal está dentro de mucha cultura sin adjetivo. No hay que apurarse demasiado en darla separadamente. Naturalmente alguien que no lee un diario, o más bien alguien que no lee varios diarios, ni escucha una buena radio de noticias -internacionales si es posible-, alguien que no reflexiona cada día sobre lo que lee o escucha, no se cultiva, no está al tanto de su sociedad, de su mundo. Estas son las observaciones que he pensado útil reunir a propósito del tema propuesto, que es la nueva dirigencia, la nueva cultura. He indicado un poco las limitaciones que se pueden tener pero también he dado ejemplos de lo que se ha podido hacer y que no es imposible en cualquier circunstancia con la condición de que se empiece a captar el problema mismo