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El coraje de educar

Vicepresidente del Foro Ecuménico Social, fundador de la Casa del Niño Lourdes (Diócesis de Quilmes), fue Secretario de la Comisión Episcopal de Ecumenismo, Relaciones con el Judaísmo y otras religiones.

Todo auténtico proceso educativo se da en la medida que uno se reconoce siempre necesitado de aprender, porque como escribía Romano Guardini: “yo mismo lucho por educarme”.

Hace doce años en la periferia del Gran Buenos Aires comenzamos con un Centro para chicos y jóvenes. En esos días leía un libro de Janusz Korczak, un  doctor judío que tenia un gran amor por los chicos, un amor tan radical y profundo que lo llevó hasta el sacrificio de su vida. Movido por la fe en la extraordinaria fuerza de la educación, en pleno auge de la ideología nazi, Korczak escribía: “No se dejan solos a los niños en un momento como este” ( S.Tomkiewicz, Il diritto del bambino al rispetto, Librería Universitaria Italiana, Roma, 2004 ). Esa fue el alma que nos movió para hacer este Centro. Ahora, a la distancia de casi 12 años, vemos a jóvenes que entraron al Centro cuando tenían 10 años y estaban en situación de gran riesgo social, que ahora  están estudiando. Algunos ya se recibieron y otros se han insertado en el mundo del trabajo.
Hace pocos días, mientras estaba sentado leyendo un artículo en el salón de nuestro Centro, vi parada delante de mí a una adolescente de 15 años, Sofía. Ella vino a ese lugar cuando tenía 10 años. Le pregunté qué hacía ahí y me contestó: “Estoy esperando que me mires”. Me impactó esa respuesta. Esa es hoy la gran demanda que los jóvenes están haciéndonos a nosotros los adultos: “Estamos esperando que ustedes nos miren”. Es el gran pedido, la invocación, que los chicos y los jóvenes están haciendo a toda la sociedad.
A veces tenemos esquemas acerca de que los jóvenes son delincuentes, o que se drogan, o que no tienen ganas de nada, pero hay que cambiar nuestra mirada hacia  ellos.
Un estudio de la Organización Mundial de la Salud dice que dentro de 15 años la depresión juvenil será una de las 5 formas principales de enfermedad a nivel mundial. Leí un artículo en el que dice que el 23 % de los chicos inscriptos en este año lectivo  son hijos de padres que nunca trabajaron  ( D.Larriqueta, Los excluidos incurables, diario La Nación, 13-03-2008). Por eso al no encontrar ningún sentido a la vida, como los chicos expresan que  “…total, dentro de 35 años me voy a morir”, esto los lleva a una sensación generalizada de depresión interior. Y si alguien no tiene futuro lógicamente no encuentra sentido a lo que él tiene que hacer hoy.
En el fondo la respuesta de Sofía, “Estoy esperando que me mires”, manifiesta la gran pregunta existencial de cada hombre y mujer: “¿Alguien me ama?”. Dulce o desgarradora, suplicante o provocativa, la pregunta –reconozcámoslo– es incómoda para aquellos que hicieron de la educación un trabajo.
“¿Que le pasará a aquel ser si yo no me hago cargo de él?” se pregunta Hans Jonas en su libro Il pricipio della responsabilitá,( Einaudi,Torino 2002 ). Por eso me parece importante subrayar que lo que el Foro Ecuménico Social está haciendo con la implementación de las Prácticas Educativo Laborales, y también lo que la Casa del Niño Lourdes está llevando adelante, porque es una manera real y concreta de hacerse cargo de tantos chicos y jóvenes.
Pero, volviendo  a la pregunta “¿alguien me ama?”, se necesita alguien que responda. Para amar hay que saber penetrar en el secreto del alma del chico y del joven con aquella mirada educadora que exige un conocimiento superior, más sensible y refinado que el  conocimiento psicológico. Se trata, como afirma Simone Weil, de tener una mirada profunda “en la cual el alma se vacía de todo contenido propio para acoger el ser que ella ve, así como es, en su aspecto verdadero “ ( S.Weil, Attesa di Dio, Rusconi, Milano 1998, pp.83-84).
Hay que saber silenciar nuestras expectativas, dejando espacio al “conocimiento ético” del otro, como lo define Emmanuel Levitas, que es tal en la medida que nuestra atención permite salvaguardar la trascendencia del otro. Solo así el otro podrá encontrar el tiempo y la manera de auto-revelarse en su identidad original.
Es una relación educativa que se hace mirada que “rodea con delicadeza al otro”, como lo define Martin Heidegger (Seminari , Adelphi, Milano 1999, p.179) que renuncia al gesto invasivo de la imposición y del adoctrinamiento para hacer el vacío, antes que todo dentro de sí, a fin de que brote un espacio acogedor que por su naturaleza es educativo y permite, como dice la etimología de educar (“e-ducere”) salir afuera: una operación posible en la medida que el educando está libre de manifestarse, de confiar, de interrogar y de interrogarse, dando expresión a todas sus potencialidades.
No se trata de optar por una cómoda pedagogía huidiza de la propuesta de valores, sino de un acercarse respetuoso y sapiencial, convencidos que para amar verdaderamente se necesita tolerar el vacío, la no-respuesta inmediata, la no perfecta adhesión a nuestros proyectos y programas.
Para dar más espacio y dignidad al encuentro educativo, al encuentro auténtico entre personas verdaderas, no hacen falta grandes discursos. Una palabra de aliento, una corrección fraterna y justa, un gesto de aprecio, muchas veces valen mucho más que tantos falsos horizontes prometidos por un “reality show”.
En la educación es este, sin duda, el paso más decisivo que comienza por la vida misma de quien educa. Como anota, muy agudamente, Romano Guardini “es justamente el hecho que yo lucho para mejorarme lo que da credibilidad a mi solicitud pedagógica. para con el otro” (R.Guardini, Persona e libertá. Saggi di fondazione della teoria pedagogica, Brescia, 2000, p.222). Por lo tanto los valores no se imponen de por sí, sino que, ante todo, tienen que ser testimoniados, hechos propios, vividos e interiorizados, a través de un camino que solo la misma persona del educador y  educando puede cumplir. Es un proceso de crecimiento que, si bien se da en el intercambio con los demás, uno lo tiene que hacer enteramente suyo y por sí mismo.
Al comienzo del mes de marzo de este año con lo educadores de nuestro Centro hicimos un taller de formación cuyo lema era “Dar es recibir” y comprendimos que cuando uno da se nutre, se enriquece en el acto de dar en sí mismo. Todo acto educativo es en el fondo un acto de auto educación porque al enseñar…me enseño, al enseñar aprendo, al enseñar…creo, construyo. Todo auténtico proceso educativo se da en la medida que uno se reconoce siempre necesitado de aprender, porque como escribía Romano Guardini: “…yo mismo lucho por educarme. Esta lucha es la que me confiere credibilidad como educador por el hecho que la misma mirada que tengo hacia el otro al mismo tiempo se vuelve hacia mi (…) porque la fuerza más poderosa de la educación consiste en el hecho que yo primero que nadie me comprometo en ir hacia adelante y me esfuerzo por crecer” (R.Guardini, Persona e libertá, ob.cit.,pp.221-222).